Este fin de semana vivimos algo que fue mucho más que un desfile de moda. Fue una celebración íntima, emocionante y profundamente auténtica.
En la pasarela no hubo modelos profesionales. Hubo mujeres de verdad: amigas, compañeras de trabajo, familia. Mujeres que forman parte de Inmaculada Bertos desde dentro, que entienden el valor de cada prenda porque la han vivido, porque la llevan cada día.
Verlas desfilar fue ver reflejada la esencia de esta marca: moda hecha para mujeres reales, con vidas reales. Mujeres que trabajan, cuidan, ríen, sueñan y necesitan ropa que les acompañe con estilo, comodidad y carácter.
Cada paso sobre la pasarela fue una declaración: la elegancia no tiene edad ni talla, tiene actitud. Y eso, nuestras mujeres lo tienen de sobra.
Gracias a todas las que hicisteis de este evento algo inolvidable. Y gracias a quienes confían en Inmaculada Bertos como parte de su día a día. Esto solo acaba de empezar.